LITER ESPACIO / PARA ABRIR LA PUERTA  (Periódico El Norte)
Por Dulce María González    (Fragmento)

 

15/Dic/2001

 

 

      Dice el sabio Don Juan, en sus "Enseñanzas",

que hay un instante preciso en la tarde, justo antes del anochecer, en que se abre una grieta en el horizonte del cielo, un puente hacia "otra realidad".

Sabemos que los huicholes acuden a ese momento específico para, valiéndose del peyote, iniciar un viaje sagrado que durará hasta el amanecer y en el cual se encontrarán con sus dioses.

 

Tanto en el cine como en la literatura es frecuente toparnos con este elemento:

un objeto, una hora, un lugar que funciona a manera de acceso.

Pensemos en el espejo a través del cual penetra Alicia al País de las Maravillas

en la narración de Oscar Lewis; o bien la pequeña puerta para introducirse

hacia el interior de John Malkovich en el filme "Being John Malkovich",

de Spike Jonze; o esa puerta del estudio en el pequeño departamento del artista

que sorpresivamente abre a un profundo bosque en "El canto de las sirenas",

de Patricia Rezoma.

 

¿Y qué decir de los estados de trance,

el acceso a los "paraísos artificiales"

proporcionado por las drogas o la grieta que se abre en el lenguaje,

hacia el inconsciente, en el psicoanálisis? Puertas en este sentido hay muchas;

sin embargo, y a pesar de su diversidad, poseen la característica común

de abrir el camino del viaje.

 

Lo anterior viene a cuento por la coincidencia de haber tenido la oportunidad de leer dos textos que tienen como tema el viaje espiritual,

a cuyas profundidades se accede a partir de umbrales específicos.

Se trata, en primera instancia, del poemario titulado "Todo Antes de la Noche" de Jeannette Clariond y por otro lado, del poema "Idolopeya"

escrito por Salvador de la Vega (infante terrible de nuestra poesía joven regia)

y llevado a escena el pasado 2 de noviembre en el bar La Tumba bajo la dirección de Mónica Jasso y con música original de Alejandro Padilla.